
“¡Abuelo, ven a comer a la mesa!”
Entonces, el extendiendo su pequeña mano, y estirando sus dedos lo más que podía me dijo, “ponme el plato aquí”. Y apoyando su espalda a la columna del balcón de aquella humilde casita me miró fijamente diciendo, “esta, es la mesa del pobre”.
Ese día recibí una lección que tendría presente hasta hoy. Y me supone una interrogante que con el pasar de los años se hace más urgente contestar. ¿Qué es lo que realmente importa? ¿Tener cosas, o tenernos a nosotros? Para aquella generación, la vida no giraba en hacer para tener, sino más bien en hacer para vivir. Estoy seguro que el calor de aquel plato sobre la mano de mi abuelo, aliviaba el cansancio de unas manos que día tras día trabajaban la tierra para poder llevar el sustento. Sí, el sustento. Esa era la palabra utilizada para justificar las largas horas de duro trabajo bajo el sol. Una palabra que tiene por definición, alimento o elementos básicos que se necesitan para vivir. Y ahí, con el alimento que él mismo había cosechado, honró aquella arrugada y temblorosa mano otorgándole el título de la mesa del pobre.
El problema es que ya no nos detenemos a contemplar las cosas simples de la vida. La velocidad a la que nos arrastra el consumismo y la mal sana convivencia nos pueden llevar fácilmente a mirarnos únicamente a través de las cosas y no desde nosotros. Aprendamos a honrar lo que realmente hace posible la vida en vez de sentarnos sobre un montón de cosas que nos la quita.
Pensándome,
José Rivas
Me encantó!!! Éxito en todo lo que te propongas.
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Gracias!
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