
No hay duda de que es mejor tener momentos de soledad por causa de quien se fue, que sufrir por la ausencia de quien aun está presente. Y es que a veces la rutina, el trabajo o las prioridades desubicadas nos ausentan de aquellos lugares en donde quienes nos rodean necesitan que estemos presentes.
Estar en el aquí y en el ahora implica que debemos desatarnos de las amarras del pasado y los temores del futuro. Hacerse presente es dejar de correr el camino de la vida a ciegas como queriendo alcanzar aquel punto en el horizonte que siempre se ubica distante. Hacerse presente nos lleva a fijarnos en aquellos detalles que la prisa invisibiliza. Detalles que pueden darnos aquellas respuestas que muy bien podrían complementar nuestros proyectos de vida.
Cuando nos ausentamos de lo importante, de lo que siempre está, nos robamos la oportunidad de un buen momento, de ganar experiencia, de la construcción de algo nuevo o de vivir un gran amor. Lo más conveniente sería aprender a sacudirnos de esa crisis de ausencia que nos paraliza en espacios que aunque están llenos de todo lo que necesitamos, los hacemos vacíos.
Por eso te invito hoy, no mañana, no después, HOY, a que te ubiques en presente, agradeciendo por lo que eres y tienes. Abrázate, acéptate, perdónate y reconcíliate contigo mismo. Luego mira a quienes están presentes en tu vida y haz con ellos lo mismo que hiciste contigo. El poder sanador de un abrazo, la alegría de sentirse aceptado, la gallardía de ser compasivos y perdonar a quienes han herido y ser capaz del reencuentro que reconcilia, son la clave para nunca estar ausentes mientras estemos presentes.
Pensándome,
José Rivas